viernes, 9 de noviembre de 2007

Encuentro con Selene y unas misteriosas huellas

El 15 de agosto de 1976, “a eso de las doce de la noche”, J.J.J. (médico de Arnedillo, La Rioja) se dirigía a Enciso para realizar una consulta domiciliaria. Poco después, el galeno regresaba a su casa y a la salida del pueblo:

“No habría recorrido más allá de uno o dos kilómetros cuando algo formidable me llamó la atención. En plena negrura apareció una esfera muy luminosa.
La veía por el parabrisas y un poco hacia mi derecha.
Reduje aún más la velocidad y vi cómo aquel objeto de enormes dimensiones descendía suavemente sobre la cumbre de la Peña Marín, situada a unos
doscientos o trescientos metros en línea recta...
En mitad de la noche, la esfera, conforme descendía, lo fue iluminando todo. Era una luz amarillenta y tan intensa como la del Sol.
...Su descenso hacia la cumbre de la peña daba una clara sensación de control.
Bajaba lentamente. Y parecía como si la luz sirviera a sus ocupantes para ver la naturaleza y características del terreno.

...En eso me crucé con un camión y, al tomar una de las curvas, lo perdí de vista.”

(J.J. Benítez, Televisión Española: operación OVNI. Plaza & Janés, Barcelona. Primera edición: noviembre 1981. Realismo fantástico, nº 97, Pág. 103). (El resaltado es mío).

Según los datos horarios ofrecidos en el relato (a eso de las doce de la noche y poco después), el avistamiento tuvo que producirse entre las 00:30 y las 1:00 horas del 16 de agosto. Aunque la información es escueta, ésta apunta hacia una confusión lunar. A las 00:30 horas (GMT+2), nuestro satélite natural tenía un azimut de 261º (ubicado hacia el Este) y una altura de 8º sobre el horizonte.



Como suele ser típico en este tipo de confusiones, uno se encuentra, invariablemente, con el mismo escenario: Observación nocturna, Luna cercana al horizonte (que se percibe con un tamaño mucho mayor que cuando está en el cenit), cielo cubierto de nubes (que la hacen más misteriosa), con una coloración amarillenta o anaranjada, testigo que viaja en coche (lo cual, provoca ilusiones de movimiento), etc.


Aspecto de la Luna el 16-8-1976

Si se trasladan los datos a un mapa de la zona, se puede comprobar que la visual de la Luna coincide con la posición del ovni (el astro estaba ubicado un poco hacia la derecha del observador). Nuestro satélite, oculto por las nubes, hace su aparición en un claro llamando la atención del testigo. En el plano adjunto puede verse una curva un poco más adelante de la posición del declarante. Éste, al entrar en ella, pierde de vista a nuestro satélite, que le queda casi a la espalda. Luego, las nubes (“Hacía tiempo que no veía una noche más negra...” pág. 103) lo ocultaron definitivamente. El suave descenso del “ovni” se explicaría como una ilusión provocada por el movimiento del observador (iba en automóvil).



Posición del testigo y azimut de la Luna a las 0:30 horas locales

Pero el médico tenía guardada otra sorpresa:

“Hace dos años, un amigo nuestro, catedrático de Anatomía en Nueva York y casado con una vecina de esta zona, descubrió a las afueras de Enciso, al borde de la carretera que conduce a Soria, unos extraños círculos.” (pág. 104)

Se sacaron fotografías de las “misteriosas” huellas y el facultativo se las enseñó al periodista. A éste, se le debieron de poner los ojos como platos porque escribe:

“¿Cómo podía ser? ¿Nos encontrábamos ante otro caso de aterrizaje ovni?” (pág. 104)

Fueron a inspeccionar el campo de alfalfa donde se encontraban las “huellas” y no salían de su asombro. Volvieron al pueblo y hablaron con varios campesinos. Uno de ellos era el propietario del terreno, que les sacó (al testigo y al periodista) de sus ensoñaciones:

“Para este campesino, sin embargo, los círculos no eran otra cosa que el producto de una desgraciada enfermedad que ataca a esta leguminosa.” (Pág. 105)

El periodista indagó por los alrededores por si alguien había visto aterrizar uno o varios ovnis en el campo de alfalfa. Pero nadie en Enciso vio el pretendido ovni ni había oído hablar del tema.

Al dueño de la parcela no le faltaba razón. La naturaleza, en ocasiones, suele producir unas curiosas trazas llamadas popularmente “anillos de hadas” o “corros de brujas” que, desde tiempos inmemoriales, se han atribuido a seres míticos y misteriosos (Brujas, hadas, duendes, etc. y ahora a los ovnis). Aquí y aquí pueden leer un par de artículos muy didácticos sobre estas particulares “huellas”.

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